La presencia de Dios: El poder que transforma nuestras vidas

Cuando una iglesia busca la presencia del Señor con un corazón rendido, ocurren cosas maravillosas. No se trata de métodos humanos, se trata de abrirle espacio al Espíritu Santo para que Él nos transforme desde adentro.

David lo dijo en el Salmo 5:
“Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.”

Esperar en Dios no es fácil, pero es necesario. La transformación verdadera ocurre cuando aprendemos a orar, a ayunar, a escudriñar Su Palabra y, sobre todo, a esperar Su respuesta.

No es suficiente atraer Su presencia: hay que permanecer en ella

Muchos desean sentir la gloria de Dios por momentos, pero luego se alejan por impaciencia, distracciones o pecado. Caminar en la presencia del Señor requiere constancia, entrega y rendición.

El ejemplo de Jacob en Génesis 32 nos recuerda que hay momentos donde Dios tiene que “descoyuntar” algo en nuestra vida para que aprendamos a caminar al ritmo de Su voluntad y no al nuestro.

El poder de Dios no es para presumir, es para servir

Así como no sirve tener un carro nuevo guardado en el garaje, tampoco sirve tener el poder del Espíritu Santo y no usarlo. El bautismo del Espíritu Santo no es solo hablar en lenguas, es vivir con un corazón lleno de amor, dispuesto a obedecer y a ser usado por Dios.

Pablo lo dijo claramente en 1 Corintios 13:1:
“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena.”

Familia y presencia: un vínculo inseparable

La presencia de Dios en el hogar comienza con padres que oran, que dan ejemplo, que buscan a Dios y que enseñan con el testimonio. No basta con asistir a la iglesia, debemos vivir como verdaderos sacerdotes de nuestros hogares.

Una iglesia fuerte comienza con familias fuertes. Y una familia fuerte es aquella que ora, ayuna y se entrega en unidad a los pies de Cristo.

Conclusión: Esperar es un acto de fe

Saúl perdió su reinado por no saber esperar. Muchos hoy pierden bendiciones por tomar decisiones sin consultar a Dios. Pero aquellos que esperan en Jehová, como dice el Salmo 125, “son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre.”

Hoy Dios está buscando hombres y mujeres que anhelen Su presencia más que el reconocimiento, más que la emoción. Está buscando corazones dispuestos a ser moldeados, corregidos y usados.

¿Estás dispuesto a esperar y permanecer?

Si es así, no guardes más ese “carro” que es el poder de Dios. Úsalo. Predica, ora por los enfermos, sirve en tu iglesia. Y recuerda: no lo hagas en tus fuerzas, hazlo con un corazón lleno de la presencia del Señor.

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